No son buenos tiempos para la disparidad de criterios. La pasada semana, un tribunal de la Unión Europea dictó una sentencia por la cual las empresas podrán impedir a sus empleadas utilizar el hiyab. ¿Es esta la Europa de la integración? Criticamos los excesos de Donald Trump desde su llegada a la presidencia de Estados Unidos, pero no vemos la viga en nuestros ojos. ¿Acaso esa prohibición incluye también a las monjas cristianas que ejercen su labor en centros educativos o sanitarios? Durante años estas religiosas han cubierto su cabeza con la toca sin que ninguno de nosotros nos hayamos rasgado las vestiduras, nunca mejor dicho, ni se las rasgáramos a ellas. Incluso pueden posar para sus fotos del DNI con esa prenda cubriendo su cabeza. Musulmanas vascas se quejaron amargamente en este periódico por lo que consideran una discriminación. Y yo creo que tienen toda la razón. Nos guiamos más por nuestros prejuicios que por el conocimiento. Y es esa ignorancia, unida a la brutalidad de unos pocos irracionales, la que genera el miedo. Está claro, y nosotros, los vascos, deberíamos ser los primeros en saberlo, que no todos los musulmanes son islamistas radicales. Pero si son las propias autoridades – jurídicas, ejecutivas o legislativas – las que generan es discriminación, no conseguiremos erradicar el problema. Al contrario, se acrecentará hasta enquistarse. Y entonces será más difícil dar marcha atrás. Si Europa es integradora, que lo demuestre. Si no, no será posible la Unión.