Behatokia

¿Quién fleta las pateras?

Deia, Por Kepa Landa, 01-04-2014

CADA cierto tiempo nos despertamos con la noticia de la muerte de numerosas personas, inmigrantes, tratando de entrar en Europa. El último suceso se ha producido en Ceuta. Antes fue Lampedusa. Y otros van a venir inevitablemente.

Nos preocupan más los casos que nos afectan de cerca. Y prestamos menos atención a lo que ocurre en el cono sur de América, con sus desplazamientos hacia el cono norte. O los movimientos migratorios en Asia, menos difundidos aún en nuestro occidente.

Es evidente que no se pueden entender estos sucesos sin atender al contexto global, en el que miles de personas se desplazan, en condiciones infrahumanas, para tratar de llegar a un lugar en el que sobrevivir. Y esta es la primera clave a analizar.

Esas personas salen de su medio ambiente natural y social, rompen su estructura familiar, se aventuran a un trayecto sin garantías de vida… porque no pueden resistir más en sus países de origen.

Es fácil, muy fácil, decir que facilitándoles medios de vida, agua, posibilidad de cultivos en su tierra de origen, no se moverían de allí. Y digo que es fácil, porque normalmente este análisis no va más lejos. No se hace la pregunta siguiente: ¿Quién tiene la culpa de esta situación?

Muchos de los países de origen de estas personas tienen grandes riquezas en recursos energéticos y minerales. Los beneficios procedentes de esos recursos permitirían a quienes allí nacen tener una vida digna. Pero su explotación no revierte a ellos.

Quienes los expropian son empresas transnacionales, que se han hecho con los derechos recurriendo a todo tipo de malas artes, y que tienen como único objetivo el máximo beneficio en el más corto plazo de tiempo.

Digo malas artes porque no es casualidad que esas grandes empresas sean las que controlan la economía de los estados más potentes y quienes a través de sus gobiernos permiten que se mantengan gobiernos títeres en esos lugares en los que ellos tienen instaladas sus explotaciones.

No es casualidad que se fomenten guerras tribales, religiosas o simplemente causadas por la ambición y se dote a los contendientes de armamento que, curiosamente, fabrican quienes dominan esas multinacionales. Ni que se mantengan gobiernos dictatoriales, a cuyos titulares se deja enriquecer, hasta que dejan de ser necesarios.

A sociedades más desestructuradas en lugares como África central, a mayores conflictos, menor educación y más pobreza, más negocio y menos control de las actividades que desarrollan quienes están esquilmando la tierra.

Está comprobado que el 1 % de la población mundial domina más del 50% de la riqueza del mundo. Que son sus decisiones las que mueven gobiernos y deciden políticas. En unos casos recurriendo a la simulación mediante el uso de democracias formales. En otros casos ni con ese disimulo, manteniendo dictaduras o imponiendo medidas a través de organismos como el FMI o el Banco Mundial.

Cada vez se están definiendo más dos grandes grupos en las sociedades de todo el globo. Una élite que lo tiene todo y que cada día acumula más riqueza y una gran masa que cada día pierde poder económico, cuando lo tiene, sufre reducciones en sus condiciones de vida o, lo que es más grave, no posee unas mínimas condiciones que garanticen su existencia.

Quienes tratan de llegar a Europa intentan simplemente sobrevivir. Forman parte de un flujo generado por quienes se sientan en consejos de administración, muestran orgullosos los aumentos de sus beneficios y ya no saben ni qué hacer con lo que tienen.

Son los mismos que controlan los granos que se pueden sembrar. Que ponen precio a las cosechas y especulan con el comercio del trigo o el arroz. Que quieren controlar el agua. Que producen al año alimentos que permitirían comer a todos pero prefieren destruir parte de ellos antes de solucionar crisis humanitarias que matan a miles de personas cada día. Ellos fletan las pateras.

Lo menos grave de ese flujo humano es la actividad de mafias que abusan de su necesidad y explotan su angustia. No dejan de ser pequeñas alimañas comparadas con quienes de verdad generan las causas de ese éxodo.

Luego viene la segunda parte. Quienes tratan de llegar a su tierra prometida, lo hacen porque encuentran formas de obtener medios de vida. Precarios, pero que comparados con las condiciones de las que han salido, animan su viaje.

Se le llama inmigración ilegal. Pero lo que es ilegal son las contrataciones que en Europa les ofrecen, al margen de las leyes aplicadas a los europeos. Lo ilegal son los trabajos sin contrato y los beneficios que, también aquí, obtienen quienes usan a destajo a esta mano de obra barata.

No vendrían de forma irregular si no supieran que pese a ello serán contratados por quienes no tienen escrúpulo alguno en enriquecerse por este medio.

Y de esto que describo no tenemos la misma culpa todos los que vivimos en este llamado primer mundo. La responsabilidad tiene nombres y apellidos. La riqueza no se multiplica si no es a costa de las condiciones de vida de otros o de las propias vidas.

Cada vez se escuchan más voces, fundadas voces, que anuncian un colapso de la sociedad actual. El crecimiento demográfico imparable y la acumulación de riqueza en pocas manos, la falta de acceso a la energía y a los alimentos y medios de vida de grandes masas de población, conducen a la humanidad a un destino que muchos pintan de negro. Y con razón.

Por ello van a seguir produciéndose casos como el de Ceuta. Es cierto que esto que describo no debiera quitar responsabilidad a quienes han intervenido en los sucesos que han costado la vida a quince personas.

La Guardia Civil ya sabemos aquí lo que da de sí, cómo actúa y lo que se puede esperar de ella. No hicieron nada distinto al estilo que lucen en otros lugares y en otras ocasiones.

¿Y los políticos? Los unos tratan de desgastar a quienes están en el Gobierno como objetivo final. Los otros mienten, engañan y al final usan de parapeto a la propia Guardia Civil para que nadie se atreva a culparles de lo sucedido.

Mueren quince personas, y la discusión termina centrándose en si se está deslegitimando o no a ese cuerpo militar. La memoria de los fallecidos se acabará con sus vidas. Nadie responderá por ello. Nadie ha respondido por los miles de personas muertas en las aguas que rodean esa África de la que proceden. Y si no ayudamos a cambiar las cosas volveremos a llorar por los siguientes.

Al menos hay que decirlo.

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