¿Hasta dónde vamos a llegar?

Deia, Por Ainhoa Madariaga, 24-03-2014

ACABA de celebrarse otro 21 de marzo, Día Internacional contra el Racismo y la Xenofobia, de nuevo marcado por la constante criminalización de las personas migradas. Una y otra vez, desde diferentes instancias se sugiere que la población migrante sobra, que es una amenaza para la seguridad colectiva y que hacen tambalear nuestro Estado de bienestar. Europa ha blindado sus fronteras. Las políticas del llamado Primer Mundo niegan a las personas el derecho a migrar normalizadamente, pero las migraciones continuarán digan lo que digan las leyes y la pretensión de regular los flujos migratorios blindando nuestras fronteras es un sin sentido de trágicas consecuencias, como la ocurrida en Ceuta el 6 de febrero con la muerte de 15 personas, que, lejos de ser socorridas por la Guardia Civil, fueron agredidas con botes de gas lacrimógeno y pelotas de goma.

La sociedad del espectáculo en la que vivimos no afronta esta terrible realidad y mira a otro lado insistiendo en culpabilizar de muchos de los males de nuestra sociedad a las personas migrantes. Esta criminalización afecta especialmente a colectivos como los jóvenes migrantes no acompañados . En este colectivo, el binomio extranjeros – delincuentes cada día coge más fuerza. Como si encarnaran a los Lestrigones y Cíclopes y al fiero Poseidón, esos gigantes feroces y caníbales, y ese dios furioso a los que se enfrentó Ulises en su viaje a Ítaca, las noticias de robos y violaciones se relacionan diariamente con este colectivo en grandes titulares y con un sensacionalismo vomitivo. Como consecuencia, todo vale contra ellos: sin papeles y sin un techo bajo el que dormir, los jóvenes migrantes se enfrentan diariamente a identificaciones y detenciones por el único motivo de ser jóvenes y de otro país. ¡Ya vale! Igual que nosotras y nosotros, las personas migrante lo único que intentan es sobrevivir. No hay derecho al trato que reciben, a vivir atemorizados, impidiéndoles incluso caminar tranquilamente por nuestras calles. ¿Hasta cuándo vamos a consentir el maltrato a este colectivo?

Es necesario, es nuestra responsabilidad, empezar a desmontar los rumores de los que se alimenta el racismo. Los inmigrantes no son los causantes de la crisis, del desempleo ni de la falta de trabajo digno; en cambio, son sus primeras víctimas. La actual llamada crisis económica la han causado los mercados y las élites económicas. No hay relación directa entre ayudas sociales e inmigración: Euskadi concentra el 40% del total de las prestaciones sociales de naturaleza económica del Estado, sin embargo, el porcentaje de población inmigrante es solo de un 6,8% ¿Cómo se explica el famoso efecto llamada en las ayudas? ¿Por qué la población autóctona de Euskadi cree que la cantidad de población extranjera es muy superior a la existente; casi el triple de la que hay en realidad? ¿Qué intereses hay detrás de esta sobrerrepresentación de población migrante?

El perfil tipo es el de las mujeres latinoamericanas dedicadas al cuidado de la casa y de las personas. Las personas migradas facilitan que las autóctonas puedan mantener niveles altos de bienestar; mientras ellas se enfrentan a una doble discriminación como extranjeras y mujeres. Muchas, empleadas en la economía sumergida, en uno de los sectores laborales más invisibilizados como es el trabajo doméstico, están padeciendo una alarmante precarización de sus condiciones laborales y quedan expuestas a abusos.

Estamos lejos de erradicar la lacra social del racismo y la xenofobia, aunque hay datos esperanzadores: según datos de Ikuspegi, en 2012 un 11,6% de la población pensaba que la población inmigrante era un problema , mientras que en 2013, el porcentaje se redujo a un 7,2%. A pesar de la diaria e interesada manipulación que nos presenta a la población migrante como el origen de todos nuestros males, la sociedad vasca no lo cree y cada vez mantiene una actitud más crítica.* Bizkaiko SOS Arrazakeria

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