A PROPÓSITO

El caserío

El Correo, 08-05-2008

Son dos casas típicas de dos lugares muy típicos, de dos países muy típicos, orgullosos de su tipicidad. Sitios donde mana la típica fuente de orgullo de la que beben los nacionalismos más o menos sedientos de tipismo, el tipo de sed diferencial que ofusca, ahoga el discernimiento. Pues bien, típicos de esas casas típicas, casas bonitas, arregladitas, cual esa muchacha típica que cantó Serrat, son los habitantes, los vecinos, amigos, familiares de Fritzl, el monstruo más mediático de su barrio residencial, apacible, verdeante, silencioso, típicamente austriaco. Era también el típico hogar armonioso, modélico, la típica vivienda con carácter del paisaje alemán esa en cuyo interior se guardaban los congelados cadáveres de tres niñas en un frigorífico. Espeluznantes episodios que producen horror se están haciendo típicos en los hechos luctuosos que nos traen los medios.

Tampoco, advierten los expertos, se ha de llegar a los extremos de pensar que en cada zona de pacífico arquetipo habitacional duerme un descerebrado de aparente normalidad que ni tan siquiera es un loco, pero entre las paredes de su domicilio puede que un Dante redivivo situara hoy uno de sus círculos infernales. Aunque mucho cuidadito con el tigre dormido que palpita en el fondo de armoniosos y ordenados cobijos del bienestar. Hay prejuicios colectivos, racismos encubiertos, recelo al extraño marginado , desarraigado, problemático. Miedo a lo que pueda romper un pacífico e idílico equilibrio.

Parémonos ante un caserío típico, entre un paisaje típico, municipio típico y el de mayor renta de Euskadi. Se paralizaron las obras que lo convertirían en un centro para menores inmigrantes. Oposición a que se instale. Una patata caliente para los políticos. Un conflicto delicado. Prudencia, cautela. No es sólo en esa comarca. Ninguna los quiere cerca. Pese a que a la vez el paisanaje típico general se muestre ufano de valores solidarios de los que se ha dejado testimonio de la selva Lacandona al desierto saharaui. Nadie se fía de lo que traiga ese edificio de acogida en cuya parcela se había planeado antes un campo de golf. No salió adelante el proyecto y no por desacuerdo popular. Recuerdo lo oído ayer a un periodista aficionado al golf: «No te fíes de un golfista si su padre no lo ha sido».

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